No tan duro, que me duele el corazón;
es un guayabo caribeño y crónico. Melisa, una mujer que rebasó la treintena de años, después de terminar con su pareja entra en una crisis que le hace dudar de todo aquello en lo que creía; Gonzalo, objeto de su deseo, es traído a través de un juego de recuerdos que pasan por la música para despecharse, objetos empolvados y, especialmente, la cartas que ambos intercambiaron en el desarrollo del amor hasta el fin. Melisa ha perdido los deseos y se burla de su deplorable estado mientras escribe esa parte de su historia que trata de comprender.Es un cuento de amor revisado en retrospectiva; un momento de y para la soledad en donde se busca tanto la complicidad como la empatía del espectador. Porque, quién no guarda cartas de amores contravenidos, quién no ha llorado arrullado por los acordes de un bolero matador y quién no se ha sentido incompleto a causa de la ausencia del amor. Veruscka Cavallaro
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